martes, 16 de junio de 2015

Papel carbón


Hay momentos que todavía pienso en ellas.
Mis pobres sombras.
En lo que pudieron haberse convertido. En carne y en hueso. En galaxias.
Se conformaban con una simple rodaja de felicidad cada mil puñeteros eones.
Lo bien domesticadas que estaban.

Hay momentos que todavía pienso en ellas, claro.
Estarán mayores.
¿Habrán firmado una hipoteca? ¿Se habrán hecho tatuajes?
A mí no me fallaban nunca. Ni siquiera cuando me abandonaron.
Hasta eso. Lo hicieron con el alma desnuda.

Y lo fácil que era convivir con ellas.
En este hogar.
Tan recogido de tormentas de granizo y sal y cristales rotos. Tan búnker.
Fuera de ahí fuera. Dentro de aquí dentro. Donde suena el pum pum.
¿Tendrán frío? ¿Tanto como yo?

Pero sé que estarán bien en alguna parte.
Con un arma en una mano y coraje en la otra.
Comprando rodajas de felicidad en cualquier almohada.
Soñando en cualquier espalda.
Buscando luz.
Devorando vida.
Con sus lenguas de porcelana.

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