lunes, 16 de marzo de 2015

Mañana será otra vida


-¿Estás jugando conmigo? -maulló Gata-.
-Claro que sí, eres mi juego favorito -ladró Perro-.
-No pretenderás que me tome eso como un cumplido.
-Lo es si añado que contigo sólo juego para ganar, mi preciosa felina.

A Perro se le aflojaban la mandíbula y el esfínter cada vez que Gata le ronroneaba.

-No soy ningún trofeo.
-¿Cómo que no? Eres el premio a toda una vida olfateando culos. Tantos rastros ahí fuera y no hay ninguno que no acabe en tu bonito trasero.
-Eres increíblemente asqueroso.
-Y tú increíblemente increíble.
-Qué tonto eres.

Gata arrugó el hocico y negó con la cabeza sin ser consciente de que también se le erizaba todo el vello corporal y sus carrillos se encendían lentamente. Levantó una de sus diminutas zarpas y acarició con suavidad los bigotes de Perro, que notó cierto bulto empezar a crecer entre sus patas.

Habían pasado un millón de años de aquel último “qué tonto eres”, y desde entonces cualquier ladrido desesperado se había convertido en rabia sin dientes. Perro se sentía como un viejo inútil masticando tiernos y jugosos cachitos de pera.

En ese tiempo fue capaz de redefinir su concepto del bien y del mal. Bien, cualquier cosa que removiera todas sus moléculas. Mal, cualquier cosa que no lo hiciera. Y probó a fundirse con otras pieles, y a despellejarse con ellas, y a derramar cada maldita gota de sudor y de saliva en ellas, y a ser un perfecto y educado hijo de la gran perra.

Qué tonto eres.

Gata le había enseñado a ser salvaje.
Perro no aprendía a lamerse las heridas.

miércoles, 11 de marzo de 2015

Vinagre en almíbar


No sé dibujar huellas dactilares. Tampoco hoyuelos.
Pero sé el efecto que provocan cuando están y cuando faltan.
Y eso es algo que no enseñan las escuelas, ni los libros, ni los poetas.

Lo sé porque los respiro como una tragicomedia:
Están.
Fundido a negro.
Faltan.

La historia de nunca acabar.

Está escrita en la carne desnuda, esa carne. La que está en peligro de extinción.
¿Cuántas veces me he desnudado hoy?
¿Cuántas veces me he dejado las manos por abrigar otras manos?

El guión no miente.
Recuerda tener fuerzas para saber echar de menos a alguien.
Recuerda tener fuerzas para saber echar de menos.
Recuerda tener fuerzas para saber.
Recuerda tener fuerzas.
Recuerda.

Pero vivir sólo de recuerdos es matar la historia.

jueves, 5 de marzo de 2015

Shakespeare también fumaba opio


Me despojo de las sombras para ser enteramente tuyo, amor mío, sin secretos ni cadenas que me aten lejos de donde pisas.

Desnudo el corazón en cada latido que alimentas, este esclavo que se postra ante tus huellas y se rinde ante tus ojos. En mi pecho no hay vacíos, cuando eres tú quien lo completa.

Mas soy indigno de esos labios que tan cerca estuvieron de perderse en un mar de recuerdos. Soy ese ingenuo aprendiz de caballero, que resultó un penoso plagio de galán.

No me guardes rencor, querida mía, por no haber sabido distinguir tu aura entre la multitud y lo ordinario. No me odies por ser terco y ciego, ni por renunciar al calor de tus abrazos. Pues son ahora ellos los protectores de mi fe, la energía de mi aliento, mi fortaleza.

Y ese fango que me hunde hasta las rodillas en otros tiempos de desdicha se diluye en tus caricias, bella dama.

Y esos tiempos tuvieron a bien desatomizarse y sembrar de polvo de diamante el óxido entre las ruinas.

Y esas ruinas fingieron ser secuoyas y jugar a ser tan altas como la luna, ay, ay, como la luna, y enterrar sus raíces en tus enaguas para florecer donde pudieras regarlas cada día.

Y ahora simplemente soy, vida mía, un hombre adelantado a su época.