viernes, 23 de diciembre de 2011

Cro-no-lo-gí-a de un patio de recreo

-Vamos, te toca. Voy a cerrar los ojos y contar hasta cien.
-Y después, ¿qué pasará?
-Pues que los abriré. Empiezo ya.
-Cien es mucho. Ya tengo…
-Uno, dos, tres…
-… el escondite decidido…
-… siete, ocho, nueve…
-… desde que te apetecía jugar.
-… doce, trece, catorce…
Canturreaba, y contaba hacia delante, en la misma dirección que huía.
Para mí, era una cuenta atrás. En la misma dirección que…
-… veinticinco, veintiséis, veintisiete…
Hay quien que se pasa toda una vida buscando un rincón donde esconderse. Hay quien nace agazapado, esperando al momento idóneo para salir de su escondrijo. Y…
-… cuarenta, cuarenta y uno, cuarenta y dos…
… y hay personas que deciden, simplemente, no jugar al escondite.
-¡Ya voy por la mitad!
"Y yo también".
Recordé una tarde de diciembre de hace mucho tiempo, aunque parecía que fuese ayer. Nevó tanto que con cada paso nos hundíamos hasta casi las rodillas. La maraña de calles tendía una majestuosa lona nívea por toda la ciudad, sepultando asfalto y adoquines, basura, despojos.
-… sesenta y tres, sesenta y cuatro, sesenta y cinco…
Las horas fueron pasando, y la lona menguando. Las huellas de nuestras pisadas se estampaban en la nieve, radiantes como firmas de una estilográfica.
"Ojalá tus huellas no se borraran nunca", "¿Por qué?", "¿Por qué va a ser? ¡Porque ese pie tan enano que tienes merece su propio espacio en el mundo, como los actores de Hollywood!".
Claro que no era por eso.
Se rió mucho.
-Ochenta y siete, ochenta y ocho, ochenta y nueve…
Al asfalto le quemaban los dedos bajo toda aquella piel blanca, que no paraba de fundirse entre las siluetas de las huellas.
De sus huellas.
No lograron esconderse.
No les dio tiempo.
-… ¡Y cien!
Destapó sus ojos y me miró tan fijamente que nuestras pupilas bailaron un minué.
-Fíjate… ¡Qué rápido me has encontrado!

martes, 29 de noviembre de 2011

Cajón de los calcetines

Me falta un hueco
para atraparte
entre los dedos.
Me sobran dudas
para encontrarte
en las respuestas.
Me falta tiempo
para esconderte
entre los sueños.
Me sobran cunas
donde mecerte
en mis desvelos.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

"Con lo que hemos sido", Toma Uno

Veraneaba en el otoño con su sonrisa tímida habitual pero en las paradas del autobús podía oírse el eco de cuando reía desatada y me plantaba un beso en la mejilla por sorpresa como descorchando una botella de Rioja del sesenta y cuatro en un iglú. Entonces una ráfaga de viento despeinaba su flequillo dibujado con escuadra y cartabón, mientras metía sus manitas con rojo acrílico sobre el lienzo de sus uñas en el bolsillo de mi chaquetón y volteaba el mundo cruzándose de piernas. Después el gris marengo de las nubes se apagaba y sus labios comenzaban a temblar como un flan de caramelo recordándome que aquel postre aún estaba por tomar y que mañana, o tal vez pasado, pagaríamos la cuenta. Y el viento soplaba y la despeinaba y no para de reír hasta que llegaba el mastodonte sobre ruedas que nos llevaba hacia su alcoba, donde hacíamos montañas con la ropa y nos frotábamos como esquimales que fabricaban una hoguera, utilizando dos o tres gemidos al segundo como fuelle y medio millar de lametones de sarmiento.

lunes, 31 de octubre de 2011

Café exprés

''Es como, no sé, sabes esa sensación cuando abres un regalo que te hacen con todo el amor del mundo y lo que hay dentro te parece una auténtica mierda, se produce un silencio incómodo que te sube los colores y es cuando el que regala espera que digas algo, un mañana me lo pongo, un mañana me lo veo, o algún maldito gracias que terminas escupiendo como si te hubieras enjuagado la boca con vinagre. Después sonríes estúpidamente y te sientes el tío más capullo y desagradecido de la historia, aunque por dentro sigues pensando en que ese regalo tardaron en comprarlo lo mismo que tú en desenvolverlo, y te viene a la cabeza aquella expresión iluminada de que lo hecho con buena intención es siempre bueno, que qué cabronazo eres si se te ocurre lo contrario, qué sinvergüenza. Por supuesto, piensas, pero es una basura y punto, o ya lo tengo, o menudo coñazo que ni siquiera te conozcan como para saber lo que quieres, tú ahí pidiendo egoístamente otra cosa con esa estúpida sonrisa, ese agradecimiento avinagrado y esa lava en tus mejillas, y la otra persona confiando ciegamente en que en ese preciso instante eres un hombre feliz y afortunado por tenerla cerca. Pues así es más o menos como me siento cuando me despierto y al otro extremo de la almohada aparece una mujer que no es la que deseo, para que te hagas una idea.''

jueves, 27 de octubre de 2011

Genética evolutiva

A veces, no estaría mal ser una bestia para hibernar entre tus piernas. O cuando el viento sea ventisca, y refugiarme en la gruta de tu ombligo. Ser un díscolo salvaje, un animal, para dejar las huellas de mis garras por tu espalda. Bajar por el monte de tus labios, respirando de tu aliento, reflejándome en el lago de tus ojos pardos.

Tampoco me dolería arrojarme al vacío desde la palma de tu mano… si tuviera alas. Volar en círculos alrededor de tus caderas, y descansar en cualquiera de tus ramas. Aterrizar en tus papilas gustativas, amerizar en tu saliva. Tener plumas, para hacerte cosquillas en la nariz y que silbe tu sonrisa. Tener pico, y acudir a alimentarme hasta tu nido.

O ser caballo relinchón, y pastarte la piel como si no hubiera un mañana. Bailar al trote con tus pies, y al galope en tus pezones. Que me montes sin la silla de montar, brincar como un corcel ingobernable en tus cultivos. Ser un potro pura sangre, que bombee tus latidos; ser caballo ganador, y apostar por tus andares; o uno pinto, y mis manchas tus lunares.

A veces, no estaría mal ser alguien como yo, y que te sueñe. El sol ya no saldría, al sol lo secuestraba y pediría un trillón de lacasitos de recompensa. La luna no se escondería… la luna sería nuestra mascota en peligro de extinción.

Que te sueñe. Con tenerte.
Con tenerte, para dejar de ser cautivo.
Para volar, y relinchar, y quién coño sabe…

martes, 25 de octubre de 2011

Balada breve de trompeta

Parece un suspiro, el recuerdo en el paladar. El café a cuarenta céntimos, los encuentros de balcón, las tortillas de patatas. Un baile con la puerta giratoria, un viaje en ascensor, una rubia con espuma en vaso largo, lo bueno, lo bonito, lo barato…

 Foto de scragz en flickr

Parece un suspiro, el paso del tiempo. El olor a mar que firma el horizonte, la brisa seducida por la sal, el vendaval de las terrazas. Los acordes del papel de plata al desayuno, los redobles de las teclas, los abismos de mordazas…

Seguro que todo pasó ayer... Los crujidos de aquel táper, las maldiciones, los “yo no cago en ese váter”, los “me estoy tocando los cojones”. O los chistes de becarios, las rutinas sazonadas, lo blaugrana, lo gatuno…

Es fugaz, como una tormenta de verano. Tacaño, volátil, escurridizo, tan tremendamente agotador que no cansaba. Ágil, raquítico, avaro, como ceñido con corsé. Tan repleto de nada que se acababa haciendo de todo. Breve, escaso, un cigarro para dos, una calada al calendario, un parpadeo, una oferta en infojobs…

Pero aún nos queda por andar. Nos queda darle cuerda a los relojes, las mejores baladas de trompeta. Nos queda encontrar nuestra aguja del pajar, nuestra octava maravilla, el acento catalán domesticado, el pescado sin espinas. Nos queda huir despavoridos de este antro para citarnos… en otra esquina del planeta.


A los becarios que más curran... o no...

lunes, 24 de octubre de 2011

Ayahuasca

 - Que no oiga. Que yo lo que quiero es encontrarme. Que me he perdido a mí mismo. Me toco, me chupo, pero nada, que no me localizo en este sistema solar, en ninguna puñetera coordenada, oiga.

El chamán me miró con cara de queso, como dicen los argentinos. Así, con la boca abierta, enseñando una dentadura superior despoblada de marfil y tres piños podridos abajo, perdía cualquier tipo de autoridad, si es que tenía alguna.

  Foto cortesía de cliff1066 en Flickr

- ¿Me está escuchando? ¿Usted habla español, no? ¡En-con-trar-me! ¡Que sé que guarda hierbecitas de esas por ahí, no me engañe! Le pagaré lo que haga falta. Allá donde esté yo estará mi cartera, así que nada de pagos por adelantado. Por pura física elemental vamos, que de donde no hay no se puede sacar.

El hombre se rascó la barba de varios lustros. Unos cuantos piojos saltaron como resortes y se mudaron a su mugrienta y canosa melena. Me imaginé a uno de esos bichos con una maleta al hombro.

- ¿No será usted uno de esos estafadores, verdad?

Cerró la boca, gracias a dios. Sesenta y pico años sin dentífrico comenzaban a cargar el ambiente de aquella cabaña enana. Rollo tipi apache, pero en medio de la selva.
También se le empezaron a caer los párpados.

- ¿Oiga, se está quedando dormido? ¡Vamos no me jodas…!

Jodió. El hombre estaba dormido. O eso parecía hasta que empezó a reírse a carcajada limpia (o sucia, según se vea), repartiendo su fétido aliento como un aspersor.
Ahora la cara de queso era la mía.
Pasó un rato. Pasaron dos. El tío no paraba de bombear sus pulmones a base de risotadas, que conformaban un coro tronchante con los berridos de los monos. Me entraron ganas de eructarle en la nariz, supongo que por eso del ojo por ojo y aliento por aliento, pero me contuve. Por fin paró de reír y con él dejó de pegar botes la calavera de algo que no quise descubrir colgada en su cuello. Me miró con su sonrisa de tres dientes y sus otros tantos millones de arrugas faciales y se levantó.
Mierda. Tenía su polla al aire.

- Esto ya me sobrepasa…

Fue un pensamiento en voz alta. No sé cómo cojones no lo había visto según entré en la cabaña. De ser así aquella visita habría terminado antes de empezar. Aquel miembro asomaba a través de una especie de falda, o tutú, o cacho de trapo con agujeros, lo que fuera que le rodeaba la cintura.

- Viajero…- Me soltó. Y comenzó a llenar un cuenco de esos de cagadas de murciélago con agua de una de sus vasijas.- ¿Has probado primero a saber dónde buscarte?

lunes, 17 de octubre de 2011

Última corrida

A Roberto Cañas del Val le temblaban las piernas como si acabara de recorrerse en bicicleta media Barcelona. Frente a la Monumental, rodeado de una tormenta de vítores y abucheos, miraba sin ver hacia la Gran Vía pánfilo perdido y bañado en sudor. Quién se lo iba a decir media hora antes, cuando Rosa María Gómez de Castro le brindaba su magnífica vagina en los baños de la plaza de toros, con cara de no haber follado como dios manda en los últimos cinco años de su vida. Él la invitó a la última corrida en la Ciudad Condal, y ella le invitó a la última corrida entre ambos. Al unísono, como una conjunción perfecta de viento y percusión en una orquesta, entre gruñidos de puretas desesperados por retener su sangrienta tradición y los brindis de champán de una pandilla de activistas eufóricos. Cuando saltaron los banderilleros a la arena, la mano de su ex mujer aterrizó en su pescuezo y su voz le lamió el lóbulo de una oreja en llamas: "Me debes un orgasmo, semental". Y encerrados en el baño la azotó, la tiró del pelo, la llamó zorra, la gritó puta y guarra, y cuando explotaban de placer él disparó un "quiero volver a casarme contigo..." mientras ella le anunciaba un "...estoy embarazada de tu hermano".

lunes, 10 de octubre de 2011

Yo, mí, me, contigo

Cuando menos te lo esperes, me olvidaré de ti.
No lo dudes. Ni siquiera te aproximes a la duda, porque lo tengo decidido.
Pero antes, aliméntame una vez más con tus bocados. ¿Qué te parece? Tras la cara oculta del telón de este escenario, que montamos en la luna de una noche de verano. Un teatro donde los sueños no se hacían realidad, sino que los pedacitos de realidad se transformaban en sueños. Naufraguemos en este océano de asfalto que nos separa, para que nos devore una isla perdida de un mar de las Bermudas. Seamos maleducados, faltémonos al respeto en soledad, la tuya, la mía, la que nos desnuda sin delicadeza. Eso no va con nosotros, ¿verdad? Esa ventana cerrada que no deja entrar el desaire que nos arrojamos cuando estamos juntos. Porque al tiempo y al espacio se la suda cuándo y dónde estemos, hazte fuerte, hazme fuerte, y que nuestro estruendo les silencie. Súbete al escenario, aquí te espero. O mejor, dime que has montado un nuevo coliseo donde librar nuestras batallas. Dime que te ha vuelto loca la distancia, el sabor de la derrota de aquel sueño derrotado. Aquí, a mi vera, a la tuya, en el filo de tus labios, los que una vez pronunciaron un tequiero bajo las lágrimas de una lluvia del otoño.
Puedo olvidarme de ti, pero no quiero.
Cuesta tanto distinguir el punto medio entre olvidarte y no hacerlo…
Cuesta tanto no pensar en tus bocados…

lunes, 3 de octubre de 2011

Durmiendo con su rutina

-Ráscame la espalda, anda porfi.
Ras ras.
-Más a la derecha, ahí, ays, qué gustito…
Ras ras.
Más que rascar, arañaba.
Ras ras.
Se quedó con cara de idiota. Qué cojones hacía a las dos de la mañana respirándola en la nuca, si lo que quería era…
Ras ras.
Piel, músculos, huesos, quería desgarrarla entera. Quizás…
Ras ras. Ras ras.
Le daba al vaivén por inercia, con aquella cara de idiota. De arriba abajo, como un muerto viviente.
Ras ras.
-Oh, qué bien cariño.
Sin capacidad alguna para comenzar a hacer otra cosa, a tener cualquier otra idea. Un muerto viviente. Eso es lo que era, después de todo.
Ras ras.
…Quizás debajo de esa piel, de esos músculos, de esos huesos, haya otra persona. Ojalá.
Ras ras.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Contra reembolso

A Lucía le miraban el trasero cada vez que se giraba;
A Lucía le vibraban las caderas cada vez que caminaba;
A Lucía con el sexo acartonado de una noche le bastaba, aunque prefería estar dos seguidas;
A Lucía la escogían por su piel de porcelana.

A Lucía le metían treinta pollas sin lavar a la semana;
A Lucía le temblaban los seis labios si por casualidad se enamoraba;
A Lucía la citaban en el coche a través de una llamada, aunque prefería el revés de las esquinas;
A Lucía la querían por su destreza veterana.

A Lucía le pagó un cliente un día la mitad de su tarifa;
A Lucía le sobraron dientes para arrancar lo que faltaba;
A Lucía se la ve en comisaría, con una polla sucia en la mochila.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Y sin embargo, se quieren...

Pensaba que todo estaba en orden en su vida.
Ya, claro.
Creía que las persianas de aquel cuarto se bajaban solas.
Como dando palmadas.
Estaba hecho un dandi frente al espejo del ascensor.
Se aflojó la corbata.
Salió dos horas antes de la reunión.
Y se encontró el salón patas arriba.
Exactamente igual que a su mujer.
Pero en el sofá, con otro dandi encima.

miércoles, 31 de agosto de 2011

El gazpacho del verano

Se indigna la marabunta
se activa la rebelión
el pueblo ya se pregunta
qué coño es el euribor.

Chismorrean por los pasillos
que suben el precio del pan
mientras lavan los calzoncillos
de Dominique Strauss-Kahn.

Con la crisis del pepino
parecía esto un burdel:
ecoli en el intestino,
y lo gordo para la Merkel.

A los griegos sus hermanos
los embuten con rescates
cuando en el cuerno africano
comen moscas con tomate.

El santo padre ha venido
rodeado de centinelas
y haciendo bastante ruido
lincharon hasta a mi abuela.

Allá en el próximo oriente
a Gadafi se le desmadran
y ya le viene a la mente
llamar a mossos d'esquadra.

Zapatero ha claudicado
a Rajoy se le cae la baba
y piensa que ya ha ganado
al efecto Rubalcaba.

Hay crisis en el balompié
esta huelga es un pestiño
ni la Shakira ni el Piqué:
la culpa es del Mouriño.

lunes, 1 de agosto de 2011

La nación de la ronquera...

Existe un sitio donde encajarías. Un lugar donde se escucharían tus gritos. Donde a todo quisqui se la suda el chismorreo del vecino, el dos por uno del mercado, que llueva sol, o nieve sombra.

Existe, créeme. Lejano, quizás en otro sistema solar donde no calculen decibelios, donde el ruido se disfraza de acordes de piano. Donde el más pobre nace rico, y el más tonto hace zapatos.

Existe, confía en mí. En algún recóndito lugar del universo. Pregunta por un paraje con oídos, un terruño con ojeras, o la aldea del berrido. Para encontrarlo sigue el rastro de cuerdas vocales desgastadas, de tanto usarlas.

Allí el que no vuela corre, el que no calla otorga, y el que no folla no mama. Allí se tiñen de arcoíris las tragedias, y de blanco y negro los recuerdos. Allí, ande usted riendo, caliéntese la gente.

Un lugar donde la voz es un arma de destrucción masiva. Una pista donde aterrizan los motivos. El paraíso nudista de tu cólera. El escenario del crimen del silencio. Un rincón donde cagarse en el váter del sistema, y no tirar de la cadena.

Y si no existe... nos queda esta jungla de ladrillos para desgañitarnos.
Si no existe… apaga los sentidos y enciende la garganta.
Y si no existe… que revienten…

Al que desayuna a mi vera en la distancia.

miércoles, 20 de julio de 2011

Por el internet "TQ" Andrés

Esto de las nuevas tecnologías es un coñazo. O mejor, una mierda. Y tengo asumido que parezco un abuelo de los de boina, chaleco de pana y garrote en mano diciendo esto, pero me la trae al fresco. Me siento jodidamente viejo cuando veo que lo poco que conocía de ellas hace un año ahora no sirve para nada. Es un constante pisoteo a las neuronas. No da tiempo a almacenar tanta información nueva que nos invade el cerebro como una avalancha de datos, a no ser que seas uno de esos con la enfermedad (sí, enfermedad) de recordarlo todo. “Hipermnesia”, me dice el Gúguel. Pero veis, ya he caído en la trampa de meterme hasta las cejas en esa atrofia remilgada llamada “nube” o “cloud computing” o “ciberespacio” o lo que sea, un término malparido que (paradójicamente) parió otra ristra interminable de cursiladas y anglicismos tan larga como un día entero viendo Telecinco.

El bautismo de fuego de un servidor en la “nube” no dejó mal sabor de boca. Al revés, el “todo gratis” nubló (y nunca mejor dicho) mi ojo crítico y dejé que me calara su chaparrón de supuestas buenas intenciones. Supuestas. Como drogas que son, la tecnología y lo gratis engancha, y las drogas no tienen buenas intenciones. Al menos, a largo plazo. Miren, que eso es malo, dispara los niveles de ansiedad cuando no se tiene. El clásico mono, como el sufrido en las largas ausencias de los besos añorados. La inercia me empuja hacia esas máquinas infernales y choco de frente  con el culmen de la prostitución tecnológica, un pseudolenguaje devora vocales que se propaga como un virus y que convierte el sentido de la vista en una tortura china. Con la sensación de tener el cerebro cada noche más vacío y reseco, más impaciente por comprobar hasta dónde vamos a mutilar el diccionario. Las palabras se arrastran a trompicones por circuitos eléctricos y la chispa la prenden nuestros dedos, un colofón terrible a lo único que demuestra que no somos estúpidos aunque la mayoría se empeñe en justificar que son graduados en la materia. Es el castigo del siglo veintiuno, supongo, una caída libre desde la cima del mundo occidental.

Pero veis, ya he caído en la trampa de darle al botoncito de “publicar”. Joder.

viernes, 1 de julio de 2011

Jornada intensiva...

Sacas del bolsillo una llave reluciente y la introduces en el ojo de cerradura, que guiña un “bienvenidos a vuestro reino”. Una monarquía gobernada sin coronas, o una república legislada por tu cetro, qué más da, el caso es que es nuestro. Pero todo reino necesita de sudor, trabajo y sacrificio para sacarlo adelante…

Primero, y más importante, el ambiente laboral. Un suelo de barniz sobre madera, un colchón en un rincón, una pequeña chimenea. Una vela iluminada, una bañera, un vino peleón. Unas botellas de tequila, un balcón con vistas a una cala en Barcelona, un reloj. Ah, y una nevera llena, que no falte. Con un abanico de post-it donde publicar nuestras tareas.

Lunes, entrevista personal. Tú me exiges un currículum vitae con foto y todo, yo te obligo a que desnudes tus caderas. Tú me pides carta de presentación orientativa, y yo me presento en el valle de tus piernas. Tú me ofreces para el puesto un cheque en blanco, y yo firmo tus contratos con saliva en vez de tinta.

Martes, al tajo, jornada intensiva. Ocho horas sucesivas diseñando la estrategia empresarial. La alarma protesta a las siete, y a las siete y tres ya estamos listos con el mono de trabajo. O más bien, sin él. Un desayuno en la bañera, un tentempié en el balcón, y un ejército de medios disponibles nos rodea.

Miércoles, reunión en horizontal entre jefa y empleado. Un “te espero en mi despacho” y dos “esto aún no se ha acabado”. Dibujas en un post-it una oferta irrechazable, y me arrojas con violencia, y con abuso de poder, todas tus cláusulas secretas. Un ratito después cerramos, enroscados, el acuerdo comercial más productivo de la historia del planeta.

Un día más, y me subes el sueldo. Llega el jueves,  y se dispara el valor de tus acciones. Tú me asciendes de becario a presidente, y yo te dejo que me trepes. Revienta el corcho de los vinos, los fondos del colchón se multiplican, y las crisis sólo existen cuando no invierto en tus bocados. Yo te monto, y tú me montas, en el dólar de las sábanas revueltas.

Pero el viernes, el sistema financiero se desploma. Abdican manos en espaldas, estallan guerras de gemidos, nacen paraísos fiscales por la almohada. Renuncia el valor de las palabras, suben los impuestos de la ropa. Tú me mandas un estudio de mercado, y yo estudio cada uno de los rincones de tu cuerpo. El valor de la moneda cae en picado, y el recambio dominante son tus huellas dactilares. Y en pleno revolcón de negocio, convocan huelga para el sábado. Sindicatos de los muelles ponen gritos en el cielo, y desde la patronal que lideramos gritamos aún más fuerte. Se desmorona el porcentaje de hipotecas, cuando mi única morada está en tu ombligo. Quiebra la banca, dimiten órganos, y la oferta y la demanda se disuelven con tequila en nuestros labios.

Con la empresa en números rojos, arrojamos a la hoguera el contrato vitalicio, y cerramos de un portazo nuestro reino. Nunca un par de decenas de metros cuadrados estuvieron tan bien gobernados.

Y el domingo…
…el domingo sacas del bolsillo una llave reluciente…

lunes, 6 de junio de 2011

Sin acuse de recibo

Juraría que he visto más de una sobrevolando los ancianos bloques de viviendas de la capital. Si eran ellas, entonces eran muchas. Centenares de hermosas criaturas inertes pero vivas, agrupadas como una cálida pandilla de amigos que se reencuentran después de mucho tiempo. Pequeños fragmentos de puzzles a los que siempre les falta alguna pieza, aunque no por ello pierden su atractivo. Eran muchas. Y parecían empeñadas en cumplir su cometido, que no es otro que el de volar. Planear sobre nuestras cabezas con maestría, dejando tras de sí un rastro invisible de absoluta serenidad.

Y unidas. Empujadas por un deseo que quizás no se cumpla en el momento, pero que tarde o temprano acababa haciéndolo. Un día escuché a un tipo decir que aquello era magia. Delicados hechizos que, al fin y al cabo, sólo buscaban disparar el nivel de endorfinas en el mago. Pero aquí no hay ningún truco. Sólo se necesita el poder de la decisión, el aliento de un suspiro o el simple afán de protagonismo de una idea que quiere darse a conocer, pero que no puede hacerlo.

Los signos de exclamación de la felicidad, las tildes de mil y un perdones, el destierro de un te echo de menos, los puntos suspensivos de un corazón herido… Incontables pedacitos de cobardías, de temores, que buscan refugio fuera de su chistera de origen, como adolescentes enamorados que se fugan juntos. Y en el punto final de sus fenomenales acrobacias, quién sabe si las cartas sin destino, si esas pequeñas criaturas inertes pero vivas, palpitantes, logran sobrevivir lejos de sus magos.

miércoles, 27 de abril de 2011

Sueño 1

Samuel decidió la noche anterior ponerse el despertador una hora antes de lo normal para pegarse una buena ducha. Recién levantado, como diría su padre, no hay nada mejor que ponerse en remojo para espabilarse. Sin duda, aquel hombre era un saco sin fondo de consejos y sabias advertencias que primero eran ignoradas, pero que después eran tan útiles y eficaces que no podían pasar desapercibidas. Eso sí, cuando dieron las seis y cuarto de la mañana se acordó de su padre en otros términos más irrespetuosos. Pero qué coño, ya lo había decidido y no podía pedirle al reloj cinco minutos más como un niño chico. Así que se levantó de un salto haciendo un esfuerzo sobrehumano (incluso llegó a sentirse un superhéroe de los cómics durante un segundito) y hasta se regaló un par de flexiones en el suelo. Después se rascó el culo con fuerza y se desnudó, dejando su raído pijama de orangutanes en la cama.

Samuel también había decidido ponerse zapatos. Ni más ni menos que unos negros de cuero y punta cuadrada. Y allí estaban, bajo la silla del escritorio, aguardando el momento de cubrir sus pies recién limpios y darle un toque divino. Un momento… ¿divino? Seguro que esa es la palabra que emplearía su madre según le viera entrar al salón con la barbilla levantada. “Hijo, estás divino, ahora sólo falta que sonrías un poco para iluminar toda la ciudad”, le soltaría apartando la mirada del telediario. Pero ahora, después de ponerse aquellos zapatos negros de cuero y punta cuadrada, abrocharse una camisa de Boston (también negra) y enfundarse unos vaqueros ajustados de color azul claro, no se veía divino ante el espejo. Eso era de niños chicos. Se veía sencillamente espectacular. Remató la faena con un buen lavado de dientes y un enjuague bucal que le dejó un dulce regustillo a fresa. A Natalia se le iban a caer las bragas al suelo, seguro.

Samuel estaba decidido a convertirse, simple y llanamente, en otra persona. A partir de esa misma mañana quería que le llamaran Don Samuel. Sargento Mayor Samuel, quizás. Aunque según había leído en alguna que otra pintada en los lavabos, hacerse mayor era una mierda. Un adulto era “una mancha más en los calzoncillos de la vida”. Pero, ¿cómo sabían aquellos imbéciles lo que era estar en la piel de un adulto si no lo habían sido nunca? Seguro que su madre jamás les había dicho lo divinos que eran y que sus sonrisas podrían iluminar toda la ciudad. O su padre les tenía aterrorizados porque sacaba a paseo el cinturón con demasiada frecuencia. Daba igual, porque algún día se darían de bruces contra la ineludible realidad. Y en ese momento, serían ellos los que se cagarían en los calzoncillos. Samuel no pudo contener una carcajada nerviosa cuando cogió la maleta y lanzó un beso hacia su catre, cuyo fino y mugriento colchón le había visto crecer cincuenta y cinco centímetros.

Entonces la vio. Anotando cosas a una velocidad de vértigo en su bloc de notas, sentada en una de las mesas del gran comedor. Llevaba el pelo recogido en una coleta con una cinta rosa y se mordía el labio inferior con gesto de concentración. Se cruzó de piernas y abandonó el bolígrafo un segundo para alisarse la falda blanca, dejando entrever la tensión de sus muslos durante un fugaz instante. Suficiente para arrancar una erección a Don Samuel, que la observaba con los ojos encendidos y un pijama de orangutanes metido en una bolsa en la mano. Natalia, como si hubiese sido repentinamente alterada por aquella inyección sanguínea, levantó la mirada y abrió la boca de par en par. Después comenzó a ladear la cabeza y se levantó lentamente para avanzar hacia Don Samuel, esta vez, con gesto de preocupación (¿tanto le habría asustado aquel bulto entre las piernas?) o incluso de desconsuelo. Su mano, suave, caliente y pequeña, se colocó sobre el hombro de Don Samuel y le frotó como en uno de sus baños diarios. Luego la agitó delante de sus ojos, que no pudieron ver más que una sombra informe y voladora, y le dio una palmada en su espalda descubierta. Tenía frío, pero ahora era un fornido y varonil adulto que no podía quejarse en voz alta como un niño chico. Natalia suspiró. “¿Qué haces desnudo, Samuel?”. La voz tronó en las pupilas del recién condecorado Sargento Mayor y la bocanada de aire le peinó el flequillo (ahora sí que estaba espectacular). “Sabes que no puedes salir de tu cuarto así, cielo”. Se revolvió en el bolsillo y le metió uno de sus caramelos azules en la boca, los que le regalaba por las mañanas, cuando nadie miraba; sólo eran para él, no para aquellos mocosos idiotas que pintarrajeaban los lavabos. Don Samuel pudo leer una vez más aquel nombre cosido con hilo negro sobre su camisa abotonada hasta el cuello. “Enfermera jefe, Natalia Rey”. Después sintió un brazo que le rodeó firmemente pero con ternura, como el movimiento brusco de un director de orquesta que guía al maravilloso lamento de un violonchelo, y comenzó a arrastrar los pies en dirección opuesta al gran comedor.

Casi diez minutos más tarde, el recién condecorado Sargento Mayor Samuel descansaba arropado hasta nariz y una media sonrisa en la cara, mientras unos zapatos negros de cuero y punta cuadrada resplandecían bajo la silla del escritorio. Lo había conseguido. En poco tiempo, todos sabrían que él ya no es el que era (¿cómo podría serlo, si había logrado excitar incluso a Natalia?). Imaginó que ponía el despertador a las seis y cuarto de la mañana y sufrió un espasmo antes de caer profundamente dormido. Oh, claro que sí, lo había conseguido. Don Samuel era el chico de trece años más viejo del mundo.

martes, 12 de abril de 2011

Yo a Roma no voy...


Vías oxidadas, trenes que patinan,
Andenes desahuciados, frías despedidas,
Viernes a la sombra, lunes de oficina,
Billete hasta tu alcoba, transbordo en tu cocina.

Farolas eclipsadas, lunas escondidas,
Semáforos en rojo, tabernas bajo cero,
Colchones en la acera, rincones hoteleros,
Esquinas vagabundas, mendigo en tus pupilas.

Timones con termitas, tormentas de granizo,
Polizón a bordo, mareas que palpitan,
Mapas del tesoro, literas que se rifan,
Botes salvavidas, naufragio entre tus rizos.

Pájaros que emigran, nubes traicioneras,
Huelga de pilotos, salidas de emergencia,
Viaje sin visado, desnudas turbulencias,
Exceso de equipaje, destino tus caderas.

Asfaltos que se hielan, neumáticos en llamas,
Depósito en reserva, ventanas empañadas,
Asientos reclinables, linternas averiadas,
Trayecto de salida, derecho hacia tus piernas.

Estaciones en tu almohada,
Bulevares que se mudan,
Callejones por tu ropa,
Marejada en tu cintura.


No todos los caminos llevan a Roma...
...A mí, sin ir más lejos, no hay ninguno que no me lleve hacia tus pasos...

lunes, 28 de marzo de 2011

Elijo...

Echa un vistazo a tu alrededor. Incontables libros polvorientos abandonados en salitas de estar, repisas oxidadas, dormitorios, bibliotecas, cajones sin fondo. Letras apiladas en palabras que creen cristalizar la verdad absoluta o presumen de dar forma a espléndidas historias, reales o no, pero que siempre invitan a dar rienda suelta al poder del hemisferio derecho.
Sigue observando. Tópicos arrojados a discreción desde el parapeto de bocas temblorosas, en permanente lucha por convencernos de qué es lo lógico y lo responsable. Lo bueno, lo malo, lo engañosamente comedido y lo políticamente incorrecto. Sé humilde para triunfar, cásate, planta un hijo, escribe un árbol, ten un libro. Cómprate ese pantalón con parches,  aquella sudadera de rayas, es lo que se lleva. Nos vacunan con aforismos limpios y francos, descartando el éxito de tomar rutas paralelas. “Necio, que eso es equivocarse, que no habrá marcha atrás.”
Y en ese vago intento de fabricar quimeras y asfaltar caminos idílicos siempre queda el veredicto del ignorante, un recreo tan descortés que se atreve a caricaturizar la felicidad sin tener ni puta idea de cuál es su aspecto. Aunque el aire que se respira dentro de una burbuja parece desde dentro menos contaminado que el que nos envuelve.
Nos educan para huir de los extremos, nos enseñan a transformarnos en un cordero más y poder balar en armonía con el resto. Nos adiestran con alarmas y castigos que se disfrazan de consejos sabios y prudentes. Nos regalan los oídos con lo estupenda que es la vida, si vivimos ajustados al molde establecido.
Que no somos magdalenas. No venimos en bolsitas de doscientos gramos, ni nacimos fabricados en probetas. Somos lo que somos gracias al poder de decidir, de descubrir lo que más nos puede despertar un orgasmo sensorial o destruir por dentro.
Por eso, elijo equivocarme. Por el placer de llevar la contraria o, simplemente, porque lo que dicen que es lo correcto no funciona.

domingo, 20 de marzo de 2011

Cambios

Las noches siguen a oscuras desde entonces.
Las noches guardan silencio.
Las noches escondieron la luna en algún lugar que desconozco.
Las noches olvidaron el nombre de todos los habitantes del planeta.
Las noches duran tanto como dure mi paciencia.
Las noches se fuman hasta el último de mis alientos.
Las noches entran en guerra con todo su arsenal militar.
Las noches vacían mi alcoba.
Las noches se desangran.
Las noches tienen la manía de robarme los sueños.
Las noches han decidido no ser buenas.
Las noches ya no laten.
Las noches ya no son lo que eran desde entonces.

lunes, 28 de febrero de 2011

Convocatoria extraordinaria

Primera pregunta:
Demuestre con la máxima precisión posible la existencia de las siguientes paradojas:

-Piensa mal y acertarás. Acierta mal y pensarás.
-De pequeños suspiramos por ser mayores. De mayores suspiramos por ser pequeños.
-A largo plazo, dos mismos aciertos pueden significar un error, pero dos mismos errores nunca significan un acierto.
-El dinero no da la felicidad. Aunque tampoco te la quita.
-Todo el mundo se empeña en buscar cosas diferentes al resto, pero en el fondo todos quieren encontrar lo mismo.
-Hay quien tiene fe en que Dios no existe.
-Cualquier problema tiene solución, pero la propia solución puede resultar un problema.

Segunda pregunta:
Diga si son verdaderas o falsas las siguientes afirmaciones y argumente su respuesta.

-“Ya es hora de que el ser humano comience a tomar conciencia de la triste realidad del Tercer Mundo. Cada vez que respiramos, muere un niño en África. Por favor, aguantemos todos la respiración.” - Lema publicitario de una ONG.
-“No por mucho trasnochar te emborrachas más temprano.” – Proverbio español.
-“Las estadísticas dicen que nueve de cada diez personas han mentido alguna vez para su propio beneficio. Ello demuestra que uno de cada diez de nosotros es gilipollas.” – Informe de la University College of London.
-“El amor es como un medicamento caducado: puede milagrosamente curar por completo o provocar efectos secundarios aún desconocidos.” – Escéptico en una primera cita.
-“Neurológicamente hablando, la parte del cerebro que te hace odiar a otra persona es exactamente la misma que la que te hace enloquecer por ella. Las reacciones químicas que desatan el amor y el odio únicamente se diferencian en un par de neuronas mal colocadas.” – Político anunciándose en una página de contactos.

Tercera pregunta:
Razone brevemente las siguientes hipótesis:

-El amor es al hombre lo que el lubricante a la mujer: un mero complemento del sexo.
-Si Francisco Franco fue Caudillo de España por la Gracia de Dios, se deduce entonces que Dios es muy gracioso a la hora de escoger.
-El auténtico ciclo de la vida se cumple cuando acabamos nuestros días tal y como los empezamos: usando pañales.
-La evidencia más clara de que algo va mal es que aún no te has dado cuenta de ello.
-En las matemáticas de las parejas heterosexuales imprudentes, uno más uno puede dar tres.
-Una mañana de arrepentimiento es mejor que una noche de soledad. O no.
-La crisis no existe, son los padres.

lunes, 14 de febrero de 2011

Psicología inversa


Quiero convencerte de que no soy lo que buscas. No tengo las armas necesarias para conquistarte cada día. No dispongo de la fórmula exacta para hacerte enloquecer. No merezco el roce de tus dedos, no soy freno que detiene tus relojes. No soy quién ni soy cuándo, ni para ti, ni para ahora.

Por eso, no me tengas en cuenta, bella dama. No me pienses, no me sueñes, no me guardes entre tu ropa de cama. Mejor, hazlo en el cajón de los olvidos. No me dediques tus segundos libres de impuestos, confórmate con los restos de nuestro mundo compartido.

No me eches en falta. Escóndete en mi trinchera de recuerdos, arroja a la hoguera los archivos, ocúltate tras el telón de mi escenario. No crucifiques el calendario que nos distancia, fírmame el talón del finiquito. No soy mito en tus leyendas, no soy chispa que alimenta tus circuitos.

No eres epicentro de mis seísmos cardíacos. No eres mayoría absoluta en mi parlamento. No me falta disco duro donde poder almacenarte, no me sobran los motivos para tener que buscarte. No debes sentirte afortunada, no estás diseñada para ser insuperable.

Por eso, no me quieras. No agites las mareas que mecen nuestros mares. No aceleres mis latidos, no despejes el camino a tus caderas. Véndame los ojos, despídete por mí de tus pupilas. No me atrapes en tus cuentos, no me cierres las salidas de emergencia.

Pero por favor, no me quieras.
No lo hagas, tal y como hago yo.


Para los que todavía creen que los catorce de febrero hay algo que celebrar.

domingo, 30 de enero de 2011

Infidelidad S.A.


“Escuchen atentos, ciudadanos. Una nueva empresa llegó al mercado. Con atractiva oferta que les mantendrá ocupados. Confort y vicio garantizados, en un mismo pack acordonado. Y remordimientos por separado. Sin agobios pasajeros ni interés acumulado. Acérquense y escuchen, que les seguiré contando.

Vendemos conformismo al peso graduado. Al gramo de hastío con costo de regalo, con besos desnatados. Al kilo de celos cada noche desnudados. Al tonelaje soportado por los hombros cuando se agarran de la mano.

Ofrecemos suave tacto a tanguitas empapados, a calzoncillo desgastado. El aroma dulce y excitante del sexo acartonado. El sabor a intriga de un café bien acompañado, por el vecino con tableta o la niña calientabraguetas.

Invitamos a la rutina a suicidarse, a follar con el pecado. Brindamos cóctel de frenesí desenfrenado. Premiamos con cicuta al amor desencantado. Iluminamos una ruta alternativa a su novio amaestrado. Alquilamos la más puta del garito si nos pagan al contado.

Prometemos un servicio sigiloso y educado. Huirán del altercado sus parejas si el trabajo está tapado. Trataremos además con sus amigos, que permanezcan callados. Y después de la omisión, un copioso disimulo envasado al vacío.

No se marchen, que ya acabo…

El arrepentimiento forma parte del pasado. A diez metros bajo tierra lo dejaremos sepultado. Y con él, el último resquicio de aprensión a sus parejas. Quizás con nuestro cometido, un nuevo afecto haya nacido.

Firmen aquí y estará todo preparado. El que ose simplemente agarrar la pluma, es que ya ha sido incitado. ¿Dejarán la tentación de lado?”


Infidelidad S.A.

Supositorios (II)

- Cariño, te he repetido hasta la saciedad que te quiero por cómo eres en conjunto, con tus virtudes y tus defectos. Pero, por favor, deja de mostrarme tus defectos y enséñame esas virtudes que guardas bajo la ropa.

martes, 25 de enero de 2011

Estado de alarma


Te odio.

Odio cuando te aproximas, cuando mengua la distancia entre nosotros. Cuando guías a tus pasos a encontrarse con los míos. Cuando la frontera de tus labios son mis labios.

Odio cuando respiras, respirándome al oído. Cuando envasas al vacío el planeta a nuestros pies. Cuando deslumbras mis pupilas con las tuyas. Cuando vistes con la tela de tu piel mi desnudez.

Odio la timidez que colorea tus mejillas. La sombra de tus manos diminutas en la pared. Las cosquillas que despierta tu cabello en mi nariz. El ronroneo de tu voz cuando susurras.

Odio el perfil de tus caderas al enroscarse con las mías. El agua fría de la ducha que resbala por tu espalda. Los retales de la luna dibujados en tu cara. Y desayunar con vos, desprovisto de ropa alguna.

Y las heridas de guerra que cicatrizan en la cama. Y las marcas de pintalabios que se secan en la almohada. Hasta el ruido de las gotas de tormenta que golpean tu ventana. Incluso el eco que agitaba tus gemidos, por qué no.

Sí, te odio con locura. Odio todo lo que sea tuyo. Todo lo que pisas, todo lo que tocas, todo lo que se atreve a revelarme que existes, que sonríes a escondidas. Odio que vueles sin permiso por espacios vetados a los recuerdos. Odio que los controladores aéreos no se atrevan a prohibir tus aleteos. Odio que la crisis sólo sea crisis porque me priva de ti.

Te odio irremediablemente, porque desde que te conocí, todo lo demás me sabe a nada.

miércoles, 19 de enero de 2011

Negociación

Treinta y uno.
Nítido. Sucinto. Enérgico. Demasiado corto para considerarlo tortura, demasiado largo para considerarlo un error. De lo que sí estaba seguro es que aquel número no traería nada bueno. Impar, primo, simétrico respecto al áspero trece, negro en la ruleta del casino. Y feo, qué cojones. Aquel número seguramente se encargaría de sembrar un campo de minas alrededor de su determinación. Aquel número daba el pistoletazo de salida a su particular vía crucis. Y tenía que ser precisamente en aquel momento, cerca de que sus pupilas hubieran filmado tres décadas de vida, cuando se presentara aquel número a molestar, a confundir sus malditas prioridades.
Lo mejor que podía hacer era escapar. ¿O no? Quizás debía jugar con esa ventaja, la de conocer de antemano los peligros que tejían aquel perverso treinta y uno. Se rebuscó en los bolsillos y sólo arañó desechos de sí mismo. Suficiente. Si todo salía como él había planeado, había mucho que ganar y poco que perder.
Pero el treinta y uno, impar, primo, y negro, no era el mejor amigo de la suerte. Y, joder, esta vez no eran un puñado de fichas de plástico las que estaban en juego. Era un hueco y arrugado corazón.
Aquel treinta y uno de julio fue cuando la conoció a ella.

lunes, 17 de enero de 2011

Chequeo general

Toc toc...

- Pase y desnúdese.

- Pero, señor doctor, lo que me duele es la garganta.

- No se preocupe, es un simple reconocimiento de optimización pulmonar. Saque la lengua y diga “Aaaahhh”

- “Aaahhh”... ¿es grave, doctor?

- Eso es más bien un gemido sexual.

- ¿Disculpe?

- No, que noto que algo va mal. Necesita usted medicación, antibióticos.

- Oh, cielos.

- Y necesita usted guardar cama.

- Ah, ¿sí? Es que me siento sola en mi cama, doctor. Hace frío.

- Bueno, seguro que dispone usted de elementos materiales que le den calor y que sean más o menos del mismo valor. No sé, una bolsa de agua caliente, un peluche...

- Supongo que con una bolsa de agua caliente bastará. En fin, ¿alguna recomendación más?

- Sí. Tápese, que me está provocando.

- Disculpe, señor, no era mi intención. Creo que me ha mirado usted con malos ojos.

- Señorita, que soy un profesional.

- Y yo también. 150 el completo.

viernes, 14 de enero de 2011

Supositorios (I)

- Ya sé que te apetece, pero a mí no, lo siento... Acabo de tirar a la basura una relación de cinco años, he tenido un día horrible en el trabajo y he discutido con mi mejor amiga. ¿De veras tienes ganas de hacerlo así, sin sentimiento por mi parte?

- Sí, eso es exactamente lo que quiero.

miércoles, 12 de enero de 2011

Que nos pongan lo bailao... (Dueto con Pablo Díaz)

A mí, que no me vengan con monsergas educadas. Que no me plastifiquen los sentidos. Que no me pongan a nadar donde no cubre, que no me cuadriculen los horarios, que no haya gallos, de pelea, en los corrales.

O a mí, que no me digan que no crezco por problemas hormonales. Que no me salgan con que aprietan las camisas de once varas, que no me digan que hay naranjas suculentas en la china. Que no me saquen a don quicio del confort de sus casillas. 

A mí que no me ganen sin ganarme. Que no me digan que decirte Diego cuando todos dicen digo no es lo bueno. Que no me vendan el amor sin tus espinas, que no me pongan gabardinas cuando llueva, que no me ordenen más que tus caderas.


O a mí, que no me busquen si no quieren encontrarme. Que no pregonen que la aguja del pajar es imposible de encontrar, que no me falte el bonus track de tus recuerdos,  que no prohíban el tabaco de liar en las tabernas. A mí, que no me enreden más que los cruces de tus piernas.

A mí, que no me vengan con dilemas milimétricos. Que no me dejen esconder los ases en la manga. Que no me valgan la pena las rutinas, que no me digan que siempre es por mi bien, que el tren que no cogimos nunca vuelve.

O a mí, que no me acusen de rebelde sin causa ni motivo. Que no se suban a mi chepa como a un corcel de tiovivo. Que no me dicten, que no desplumen estas alas. Que no me canten serenatas, que no le roben pentagramas a mis notas. A mí, por su bien, que no me toquen las...

A mí, que me den la razón como a los locos. Que no me vendan motos inservibles. Que no me duela el post operatorio de los desengaños, que los años me otorguen siempre la razón, que no me amputen, por envidia, lo que pienso…

Y a mí, que no me pongan plomo en los zapatos. Que no me digan que no mato si te mueres. Que no proclamen que los guantes de mi gato no cazan ratones. Que salgan nones cuando apuesto mi futuro a tus impares. Que no me bailen chotis en el agua, que no me mojen los oídos.

Y mejor que, a mí, no me corten la melena de la que llaman mala hierba. Que no me asusten con que crecen los enanos en mi circo, que no me siembren el camino con estiércol del barato. Que no vacíen la piscina, que me tiro; Que no dibujen otra raya, que me paso.

.

En colaboración, dudosamente amistosa, con este personaje, que no es que tenga talento, es que el talento le tiene a él.

lunes, 10 de enero de 2011

Especies en peligro de evolución



Te admiro, Charles. Tus teorías lograron ahogar los gritos de los fanáticos religiosos. Azotaron los cimientos de una sociedad anclada, enferma de ideas utópicas. Y algo mucho mejor. Reescribió la quebradiza historia que pretendía hacernos tragar el creacionismo.

Pero tus teorías tienen fecha de caducidad, Charles. Asumo el rol de producto perecedero, comulgo con la filosofía de las latas en conserva que me rodean y sus preciosos circuitos sexuales. Soy humano, Charles, resultado de la última fase evolutiva de tu simio prototipo, la evolución más retrógrada entre las especies.

Soy un egoísta que no tiene remedio. Busco como primer objetivo la satisfacción personal, llevarme el premio por delante del resto. No me importa pudrirme entre montañas de riqueza mientras el resto de la humanidad se muere vacía. Lo tolero, Charles, y mi sangre fría me hace creer que ésa es precisamente la sensación general. Lucho, con mis canciones y discursos defiendo un sistema diferente, un núcleo más unido, libertades sin constituciones ni grilletes, la muerte del dinero. Pero también soy un hipócrita, Charles. Lo que con tanta vehemencia exijo, se consume en las caladas de mis habanos, se marchita en mis conciertos con el precio de la entrada. Y me devora la trampa de autoengaño que yo mismo he creado.

Soy también un insolente patógeno. Miro con prismáticos por encima de mi hombro, y atisbo moscas tan diminutas que le hacen cosquillas a mi ego. Me cuelo por envidia en propiedades privadas y lanzo huevos por sus ventanas. ¿Por qué los celos activan el instinto de supervivencia, Charles? Reacciono ante la vida cuando veo que los demás han podido hacerlo, tomar sus propias decisiones, asumir responsabilidades optando por uno u otro camino. Ya no existe lo auténtico, todo nace por imitación del entorno. Quizás sea el último legado de nuestros antepasados simiescos.

Soy débil, aunque pretenda escudarme tras un férreo caparazón. Es difícil ser fuerte cuando me tengo que despedir de alguien. Es difícil ser fuerte cuando no he conseguido levantarme de un error. Es difícil ser fuerte cuando no soy el mejor en lo que hago. Es imposible ser fuerte cuando estoy solo. Pero me cuesta admitirlo, Charles, y ése es el problema. Estoy cansado de que me muestren las virtudes y me escondan los defectos, todo debería tener algo que enseñarme. Y parece, desgraciadamente, que ocultar mi cojera es el secreto del éxito. Mientras tanto, Charles, tú y yo caigámonos mal. Acabaremos llevándonos mejor.

A mi alrededor estallan las bombas y las guerras subversivas. Me rodea inmundicia que viste de etiqueta y convoca mítines. Se odia al vecino por comprarse el coche tan caro que uno no puede permitirse. Se extinguen razas para evitar los cinco grados a la sombra. Se decapita por venganza. Se asesina por celos. Se critica por envidia. Nos meten el miedo a presión. Se crece con miedo al qué pensarán. Se actúa con miedo al fracaso. Y ni siquiera la inexorable muerte se trata con dignidad.

Charles… mientras los simios disfrutan quitándose pulgas unos a otros, devorando plátanos y haciendo el amor, resulta terriblemente paradójico pensar que, la evolución del ser humano, le conducirá irremediablemente a su extinción…

A Darwin

jueves, 6 de enero de 2011

Pleito


Enajenación mental permanente, nocturnidad sin luna entre chubascos, alevosía en el ajuste de conexiones entre seres vivos, reincidencia múltiple sin rectificación ni atenuantes, dolo reflexivo y prolongado, coacción enérgica e incesante a un jurado carente de raciocinio, homicidio en grado cum laude a lo política y moralmente correcto...          …Culpable.

Prevaricación en la asunción de responsabilidades afectivas altruistas, cohecho de sentimientos a cobro revertido, violación de la propiedad privada con conocimiento de causa, expropiación de terrenos baldíos de razonamiento para plantar cerebros capacitados, extorsión, torturas psicológicas repugnantes y socialmente censuradas, piromanía y animadversión hacia los despojos de la estupidez…          …Culpable.

Tráfico y consumo de drogas blandas y duras, corrupción y usura de órganos cardíacos, piratería erótica y electrónica, desconfianza intratable en el ordenamiento jurídico vigente, desacato a la autoridad incompetente, atentados contra el orden público y púbico, tenencia ilícita de pensamientos groseros e impuros, promoción de revueltas civiles necesarias…          …Culpable.

Empleo de injurias, calumnias, difamaciones y otras armas gramaticales como forma de lesión del honor mal orientado, tentativas de agresiones físicas potencialmente dolorosas, polizón esporádico en todo tipo de medios de transporte, especial predilección por el botellón en primera instancia, sublevación constante contra el sistema educativo…          …Culpable.

Absentismo continuo del cargo de madurar mentalmente, afrenta y traición con trasfondo vengativo, abuso sexual con consentimiento mutuo, propensión al caos como medio para alcanzar un objetivo, agresividad al volante sin pérdidas de puntos, evasión de pagos, malversación de fondos de bolsillo, falsificación de firmas, espionaje, hurtos y otros delitos menores…          …Culpable.

Ser un hijo de la gran puta sin motivos cuando la ocasión lo demanda…          …Inocente.